Las ideas irracionales son objeto de estudio tanto de la psicoterapia cognitivo conductual como el de otros modelos de psicoterapia. Para comenzar es necesario conocer que si llegamos a la comprensión de cómo funciona nuestro pensamiento es como podremos entender todos y cada uno de los factores que nos llevan a la ansiedad, depresión, bajo control de impulsos e incluso nuestra autoestima.
Para Ellis, la irracionalidad se refiere a “cualquier pensamiento, emoción o conducta que interfiere significativamente con la sobrevida y la felicidad del individuo”. Además, ha hecho énfasis en las posibles “bases biológicas” de la irracionalidad humana, apoyándose, para hacer esta afirmación, en la evidencia que ofrece una extensa lista de hechos irracionales característicos del ser humano. A la racionalidad la entiende, en cambio, como “cualquier pensamiento, emoción o conducta que contribuye o favorece la sobrevenida y la felicidad del individuo”. Este mismo autor ha hecho una labor de primera importancia para descubrir, sistematizar y desarrollar las “ideas irracionales” que es común encontrar en los individuos. De ellas, ha descrito once como las mas frecuentes, y las considera como la fuente principal que origina y mantiene vigentes, las alteraciones emocionales de las personas.
A continuación, se presentan las ideas irracionales descritas por Ellis, señalando algunas de sus implicaciones neuróticas y su posible alternativa racional.
1. La idea que los individuos tienen, de que deben ser amados y aprobados virtualmente por toda persona significativa dentro de su comunidad.
Esta idea resulta irracional en virtud de que la persona se coloca en la posición de que su bienestar dependa del trato que reciba de otros, obligándola a mostrarse incondicionalmente complaciente con los demás, para así conseguir aprobación y para no perderla. Esta angustiante postura en la que demanda ser amado, le impide tomar la tranquilidad y amistosa actitud de dar su afecto a los demás, con la cual provocaría que se le quisiera de manera espontánea. Es decir, la forma mas efectiva de no recibir afecto es no darlo y colocarse en la actitud ilógica de esperar pasivamente que otros lo quieran. Es evidente la actitud receptivo- masoquista a que da pie esta idea.
Una actitud racional seria que el sujeto se preguntase qué desea realmente hacer con su vida, en vez de permanecer preocupado con lo que el cree que otros quieren que haga. Para ello, en principio necesita estar a favor de su mismo, independientemente de sus “errores” y de la respuesta de rechazo que por los mismos obtenga de los demás.
Aceptarse y respetarse a uno mismo es racional y factible; esperar ser aceptado y respetado por todo es irracional e imposible.
2. La idea de que para considerarse con algún valor uno debe ser perfectamente competente, adecuado y triunfador en todos los aspectos posibles.
Es obvio que nadie puede ser perfectamente competente y magistral en todos o en la mayoría de los aspectos de su vida; incluso la mayor parte de las personas, por circunstancias múltiples, no podrán serlo ni tan solo en un aspecto. Es razonable tratar de tener éxito en lo que se emprende, pero demandarse que “a como dé lugar habla que conseguirlo”, es exponerse, en la medida en que no se consiga lo deseado, a estados de angustia y a sentimiento de auto desprecio cada vez más intensos.
Para aceptar que ha “triunfado”, la persona necesita compararse con los demás y con esto se coloca en la actitud de depender de ellos y no de si mismo. Es inútil comparar los logros personales con los de otro, ya que, a pesar de la calidad de lo conseguido, lo más probable es que siempre haya alguien que sea mejor. Es claro el componente de competitividad narcisista contenido en esta idea, ante un mundo que se vive lleno de amenazantes rivales. Idea de que también va en detrimento de las cualidades del individuo, a las que subestima.
Una postura mas racional radica en tratar de hacer lo mejor posible, en lugar de fijarse en hacerlo “perfectamente” bien. Es mejor disfrutar el proceso de lo que se hace, que sufrir por solo estar alerta de la calidad del resultado. El individuo puede aprender a hacer las cosas por el interés en ellas mismas y no como forma de agradar o ganarles a otros.
3. La idea de que algunas personas (incluyéndose a veces el que así lo piensa) son malas; por lo cual deben ser severamente acusadas y castigadas.
Aunque los actos de un individuo pueden ser la causa del daño sufrido por otros, no por ello se va a culpar a la persona por su ignorancia, torpeza o conflictiva emocional. Un acto “malo” no hace “mala” a una persona. Sólo refleja un comportamiento indeseable que, por bien de ella misma y de los demás, sería mejor que cambiara.
Es irreal esperar que alguien no incurra en errores y es aún más grave condenarlo porque su comportamiento no se apega a las expectativas perfeccionistas que se tienen de él. Además, está demostrado que “castigar” a alguien por sus “malas acciones”, frecuentemente conduce a mayores complicaciones más que a una rectificación del tipo de vida. Culpar a alguien por sus acciones no lo hace menos ignorante menos neurótico o más inteligente. Desde el punto de vista psicoanalítico es claro el componente de rigidez moralista y de autoritarismo que encierra esta idea.
Es mas racional respetar las inclinaciones y criterios de los otros, y ayudar, si está e uno poder hacerlo, a quien no ha podido ayudarse a sí mismo. Cuando alguien es acusado o culpado, es necesario que defienda, ante si mismo y ante los demás, su elemental derecho humano a incurrir en errores, y entender que a menudo las criticas que se le hacen, surgen de las actitudes moralistas y autoritarias de los que le rodean, sin que en realidad esas fallas personales tengan la gravedad con que se las juzga. Incurrir en errores, o que los demás incurran en ellos, no tiene porque ser siempre visto como una desgracia o una tragedia para la vida personal o de los otros.
4. La idea de que es terrible y catastrófico que las cosas no resulten como, con tanto anhelo, se había esperado que resultaran.
Que la persona se sienta frustrada cuando sus planes no resultaron como esperaba es normal, pero que por ello se muestre marcadamente deprimida y enojada es ilógico. Difícilmente se resuelve algo o mejoran las situaciones por el hecho de que la persona se enoje o se deprima. Por el contrario, estas reacciones tienden a complicar esas situaciones todavía más., ya que el sujeto tendera a no intentarlo de nuevo y a quedar paralizado. Esta idea implica la demanda irracional narcisista de que las cosas deben ser como uno las desea; presupone la prepotente e ilógica posición de que el mundo ha de ajustarse precisamente a las demandas irracionales de uno.
Es razonable tratar de tener un desempeño eficiente, pero es absurdo caer en la desesperación cuando no se logra lo planeado. El que estos planes no resulten como se esperaba, no tiene por qué ser una catástrofe y si, en cambio, es posible aprender de las propias fallas o frustraciones. Estas pueden representar, incluso, un estimulante reto para hacer aun mejor las cosas.
5. La idea de que la infelicidad resulta de influencias externas y que las personas tienen poca o ninguna capacidad para controlar, entender y resolver sus preocupaciones y conflictos.
Algunas personas suponen que su infelicidad es consecuencia exclusiva de las influencias que otras personas o sucesos externos ejercen sobre ellas y que, si ese contexto exterior cambiara, de inmediato mejoraría su condición emocional, cuando que es la actitud misma que se tiene ante esas personas o sucesos la que complica su existencia. El sufrimiento surge precisamente de la forma en que el sujeto interpreta los hechos de los demás o las situaciones que vive.
Existe la errónea creencia de que las emociones son algo etéreo, casi inhumado y que el sujeto no puede influir sobre ellas, cuando en realidad son el resultado directo de sus percepciones, pensamientos, evaluaciones y frases internalizadas. De tal manera que prestando atención y modificando sus pensamientos irracionales podría efectivamente cambiar sus emociones. Puede apreciarse en esta idea la fata de autocrítica y conciencia suficiente que permita al sujeto hacerse responsable del entendimiento y solución de sus sufrimientos, dejando de vivir en la fantasía de que para sentirse mejor es indispensable que el mundo cambie primero, sin que el necesariamente tenga que hacer algún esfuerzo por cambiar. De esta manera, el individuo asume como actitud fundamental, la de colocarse como victima de las circunstancias que le rodean.
Dentro de este contexto es más racional que el sujeto descubra lo absurdas que resultan sus expectativas de que el mundo debe cambiar, porque así lo demandan sus irracionales expectativas. Sin tomar en cuenta que él también puede cambiar. Que el individuo se haga responsable de todo lo concerniente a su propia existencia es una condición sine qua non (indispensable) para lograr un cierto grado de madurez.
6. La idea de que, si algo es o puede ser terrible y peligroso, uno debe estar muy preocupado acerca de la posibilidad de que suceda.
Si alguien teme exageradamente que al salir a la calle le atropellen o le roben, difícilmente podrá conducirse con la espontaneidad necesaria como para prevenir que algo así suceda y esto, de hecho, le impedirá valorar objetivamente tal posibilidad. La preocupación excesiva frecuentemente conduce a crear fantasías acerca de la “peligrosidad” y las “graves” consecuencias de un posible suceso, así como a exagerar la factibilidad de que el hecho se presente, con lo que el sujeto se crea tal estado de angustia que en efecto puede propiciar que el hecho ocurra.
El exceso de preocupación acerca de algún tipo de enfermedad o del envejecimiento, no impide que esos inevitables hechos ocurran. Esta clase de ideas pueden conducir a una vida injustamente miserable. Es evidente el grado de alarma egocéntrica que una persona con estas inquietudes va a provocarse, reflejado con ello la impotencia y vulnerabilidad con que se vive ante los sucesos más comunes que la rodean.
Una actitud racional será que el sujeto no suponga como “terriblemente” peligroso, “catastrófico” y “horrible” lo que no lo es; y si que piense que, a cualquier acontecimiento, por grave que sea, le podrá encontrar alguna solución. Sus preocupaciones derrotistas solo debilitan su posición. En cambio, la confrontación con lo que supone terrible, frecuentemente le convencerá de lo absurdo de sus pensamientos y temores.
7. La idea de que es más fácil evitar las propias responsabilidades y las dificultades de la vida, que confrontarlas.
El tiempo que el sujeto invierte en convencerse de que no puede hacer alguna cosa o que será “terrible” si “falla” al intentarlo, así como el sufrimiento que se causa durante ese tiempo, pueden ser, la mayoría de las veces, mucho mayores que las molestias que imagino podrían causarle el enfrentar una determinada decisión, situación o persona- con esta actitud puede llevar una vida supuestamente “fácil”, pero también sin la menor confianza en sí mismo, ya que la posibilidad de tener seguridad nace frecuentemente de haber confrontado las contingencias de la vida y no de evitarlas. Agrandar o exagerar la peligrosidad de los hechos del mundo, refleja el poco aprecio y conocimiento que tiene de sus propios recursos. Por otra parte, son muchas las satisfacciones de que el individuo se priva, con la actitud de evitar aquello que le parece difícil.
Es indispensable cierta disciplina en el individuo, en el sentido de no eludir situaciones que no ameriten. No aceptar ciertas responsabilidades elementales que como adulto tiene, es orillarse a una situación cada vez mas mediocre. Es importante que acepte que vivir implica actividad, y que resistirse a evitar esa actividad, representa una forma de autosabotaje y pasividad. Además, fijarse, algunas metas racionales pueden darle a la vida un contenido de estímulo.
8. La idea de que uno debe depender de otros y que necesita apoyarse en alguien mas fuerte que uno mismo.
Todos somos, en alguna medida, mutuamente dependientes; pero llevar esta situación al extremo, termina por paralizar al sujeto. La sociedad demanda el máximo de cooperación y el mínimo de dependencia. Por definición, la dependencia es inversamente proporcional al grado de individualidad y de independencia; esto es, el sujeto no puede ser él mismo, en la medida en que dependa de otros. Además, el individuo dependiente no aprende lo que podría al no hacer las cosas que debería y, por lo tanto, se hace aun mas dependiente, con el consiguiente incremento de inseguridad y angustia existencial, ante el temor de no tener quién le resuelva sus problemas y satisfaga sus necesidades. Quien depende de alguien o de algo queda a merced de circunstancias ajenas a él, que no siempre puede controlar.
Sin embargo, quien se esfuerza por depender de sí mismo para tomar decisiones llevar a cabo sus actos, está en las mejores condiciones para entender y dirigir sus pensamientos y las acciones que de ellos resulten. El sujeto debe aceptar el hecho de que, en esencia, esta y siempre estará solo. No importa que tan amistoso y cooperativo sea con otros, solo él conoce sus necesidades y urgencias básicas, y solo él puede encarar sus problemas existenciales. También necesita aceptar que no es terrible ni catastrófico no alcanzar ciertas metas, que el ser humano frecuentemente aprende de los errores en los que incurre, y que sus errores no tienen nada que ver con su valor intrínseco como ser humano. Los otros podrán ayudarlo, pero nunca podrán sustituir los esfuerzos que él haga en su propio beneficio.
Se supone que Ellis, en esta idea, no excluye la solidaridad humana como respuesta racional para la solución de los problemas sociales propios de toda comunidad.
9. La idea de que los hechos de nuestra vida pasada son un determinante definitivo en nuestra conducta presente; y que una vez que algo afectó seriamente nuestra vida, tendrá permanentemente un efecto similar.
Esta idea contiene una errónea generalización. Esto es, no porque algo sea verdad bajo ciertas circunstancias, será igualmente cierto bajo todas las demás circunstancias. Si cuando niña los padres obligaron a una persona a comportarse de forma servil y sumisa, años después, como adulta, no necesariamente tiene por qué seguir repitiendo las mismas actitudes. Una determinada solución ofrecida a problemas del pasado, no necesariamente es la solución ofrecida a problemas del presente, aunque estos sean semejantes- la “influencia del pasado” puede utilizarse como lo que puede crearse un círculo vicioso difícil de romper.
El pasado es importante e influyente de muchas maneras en el presente de sujeto. Pero no debe olvidar que su presente es el pasado del mañana y si se propone cambiarlo, podrá hacer ese mañana significativamente diferente y, lógicamente, más satisfactorio el presente. La persona deberá entender los pensamientos irracionales que aprendió en el pasado y sustituirlos por otros pensamientos más racionales y explicativos, aplicables a su estado actual. No todo el pasado, por supuesto, habrá sido dañino. El sujeto tendrá que focalizar en forma precisa cuales fueron las ideas que han resultado claramente perjudícales para su presente.
10. La idea de que a uno le deben preocupar los problemas y conflictos de otros, más que los propios.
Algunas personas parecen suponer que lo que otros creen o hacen es mas importante para ellas, que sus propios pensamientos y actos. Si podemos ayudar a mejorar, en alguna medida, lo que suponemos son conductas equivocadas o las dificultades de los demás, muy bien. Pero se debe partir de la base de que podemos estar equivocados en nuestra apreciación, que debemos aprender a respetar la vida de los demás y que es inútil mostrarse excesivamente preocupados por lo que en apariencia es grave para otros. Muchas veces loque le afecta a uno no son los hechos en si, sino la interpretación que, con nuestros pensamientos, le damos a esos hechos.
Cuando nos preocupamos demasiado por la conducta de los otros, implicamos que tenemos sobre ellos la influencia suficiente para hacerlos cambiar, y que, mediante nuestra preocupación, de alguna manera mágica se operara el cambio. Aunque tenemos una enorme capacidad, que rara vez ejercitamos, para controlar y cambiar el curso de nuestras vidas, en realidad tenemos mucha menos fuerza para hacer cambiar a otros; y entre mas enojados y preocupados estemos por la conducta de los demás, menos probable será que los induzcamos al cambio. Dejarse llevar por la que suponemos “horrible” conducta de otros, frecuentemente puede servir como excusa para no resolver los problemas personales y no “cultivar nuestro propio jardín”.
Una persona no puede resolver los problemas de todos. Sin embargo, si alguien ha ofrecido ayuda y no hay respuesta o ésta es mínima, lo más que puede hacer es tratar amigablemente de demostrar a los otros, los errores en que han incurrido y la condición de desventaja en que por ellos se colocan a si mismos.
11. La idea de que invariablemente existe una solución precisa y perfecta para los problemas humanos, y que es una tragedia si esa solución no se encuentra.
Muchas personas viven esclavizadas al convencimiento de que para ser felices deben ser perfectas. Es obvio que en el mundo no existe perfección ni verdad absoluta. Vivimos en un mundo de probabilidades y alternativas, por lo que la demanda de perfección solo crea falsas expectativas y la subsecuente ansiedad en función de si se logran o no los objetivos deseados. La única solución sana es nunca imponerse la absurda tarea de querer conocer y controlarlo todo, o que se tiene que tener soluciones perfectas para todos los problemas. Considerar como un “desastre” que este perfeccionismo no se logre, es precisamente orillarse al desastre existencial. La búsqueda de soluciones perfectas necesariamente conduce a la subestimación de las soluciones racionales que tenga un problema.
Ante un problema significativo para la vida de la persona, es conveniente hacer el esfuerzo por encontrar varias posibles soluciones y escoger la que sea mas práctica y factible, sin aferrarse a la que se suponga como solución “perfecta”. El sujeto debe aceptar que errar es humano y que la mejor ayuda que puede ofrecerse es la de mantener la actitud de búsqueda y prueba de nuevas soluciones a sus problemas.
Hasta aquí las ideas irracionales y algunos de los planteamientos relativos a ellas, descritas por Ellis. Es evidente que estas ideas no son mutuamente excluyentes y si complementarias unas de otras. Por lo mismo, la tendencia será la que el individuo las presente combinadas y no en forma aislada. Es importante el panorama que las ideas irracionales ofrecen, como guía muy general para orientarse dentro del tipo de pensamientos irracionales frecuentemente visto en los pacientes neuróticos. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que la tendencia de cada paciente es la de expresar sus ideas irracionales con sus propios términos y con conceptos que son cognoscitiva y emocionalmente significativos para él en particular.
No tiene el mismo efecto emocional preguntarle a un estudiante: ¿Qué piensa y siente cuando tiene una falla?, a ¿qué piensa y siente de la posibilidad de no aprobar su examen profesional o de ser impotente si intenta tener relaciones sexuales con su novia? La primera pregunta es muy general y con poco impacto afectivo. La segunda pregunta, en cambio, es más especifica y por lo mismo puede provocar asociaciones de ideas, racionales o irracionales, con mayor impacto emocional. Entre más específicamente relacionada esté una idea irracional con algún aspecto significativo para la vida psíquica del sujeto, más fácil será encontrar la relación entre los procesos cognoscitivos y sus efectos sobre las emociones del sujeto.
En los argumentos planteados en las diferentes ideas, principalmente en las ideas 4, 5 y 6, Ellis parece no tomar suficientemente en cuenta la relación dialéctica existente entre el tipo de sociedad, las influencias y demandas irracionales que ejerce sobre el individuo y, en consecuencia, la respuesta igualmente irracional de éste frente a un tipo de sociedad enajenante. Para resolver este problema es indispensable una actitud racionalmente critica tanto en relación a la sociedad, como en relación a sí mismo.
Con el deseo de hacer aún mas explicativa la serie de ideas irracionales que es común encontrar en algunos pacientes neuróticos, se incluyen las tres ideas siguientes complementarias de las anteriores.
12. La idea de que hay que esperar un momento “ideal”, en el cual todo este a favor, para decidirse a hacer las cosas.
Numerosas personas viven esperando que todas las circunstancias y sucesos que las rodean, se tornen favorables para llevar a cabo algún proyecto, tomar una decisión o manifestar una opinión. Esta espera puede conducirlos a permanecer prácticamente paralizados o dentro de una rutina existencial. Siempre viviendo en la fantasía, pero nunca, o rara vez, concretando sus planes con la acción. Las justificaciones para no poner en práctica sus deseos serán múltiples, aprovechando el menor incidente, o provocando alguno, para frenar sus impulsos y suponer que no es el momento propicio para el paso.
En aspectos relativos a proyectos de trabajo, por ejemplo, es evidente que el sujeto verá frenado su desarrollo laboral o profesional. Pero en otras situaciones, como dificultades familiares, escolares y, en general, todo tipo de conflictos emocionales, si el sujeto no se decide a enfrentarlo, a medida que se compliquen, se irá entrampando en ellos, siempre con la justificación de que “todavía no es el momento para actuar”; momento “ideal” que nunca se presentará. Es así como el sujeto, tal vez por desesperación, se decide a actuar cuando quizá los conflictos tengan pocas posibilidades de solucionarse. Con esta actitud, lo único que refleja el sujeto es la angustiosa inseguridad que nace de su sensación de incompetencia y de desprecio a sus propias cualidades, en detrimento de sus objetivos ante la vida.
Es obvio que no hay tal momento “ideal” y que a medida que transcurre el tiempo, en lugar de mejorar las posibilidades de llevar a cabo una acción seguramente disminuirán. Es evidente, sin embargo, que el sujeto no tiene por qué precipitarse, pero también es claro que no habrá que posponer indefinidamente una acción en base a un utópico, inmejorable momento. Podrá haber momentos mas favorables que otros para hacer algo, quizá óptimos, pero los momentos “perfectos” no existen. Los resultados, por consiguiente, también podrán ser más o menos favorables, quizá excelentes, pero nunca habrá que esperarlos como perfectos, so pena de exponerse a un vicioso y artificial circulo de frustraciones.
13. La idea de que cuando las decisión y hechos de los demás no le favorecen, siempre son muestra de que no lo quieren y lo hacen para perjudicarlo.
La tendencia de algunas personas a interpretar como desfavorable todo aquello que, proviene de los demás, no vaya de acuerdo con lo que esperaban, es una forma frecuente de vivir esclavizado a las volubilidades de los otros, hecho frecuentemente visto en la relación con los padres, maestros, jefes, amigos, etc. Aún peor cuando la persona sale a la calle con la defensiva, ansiosa e inconsciente disposición de interpretar como directamente agresivo a su persona, todo aquello que los demás (gente desconocida) hagan y que se oponga a sus expectativas.
Esta neurótica distorsión de la realidad es proyectiva de la intensa y narcisista vulnerabilidad con la que el individuo se percibe, y la acentuada peligrosidad con la que supone al mundo que le rodea. Pareciera como si todas las personas (conocidas y desconocidas) estuvieran dedicadas a molestarlo en todo momento y, por lo mismo, al menor pretexto, se transforman en peligrosos enemigos. Esto hace que el individuo dependa profundamente de lo que sucede a su alrededor y que se cree, y les cree a los demás, un ambiente de terror. No percibe al mundo como independiente de él, sino conformado de acuerdo con sus proyectivos temores e inseguridades.
Tampoco se descarta que el individuo pueda encontrar, incluso con frecuencia, personas interesadas en molestarlo; pero es importante que trate de reconocer que es mucho menos vulnerable e indefenso de lo que supone, o que los otros tienen menos influencia real sobre él, de lo que cree.
La respuesta racional radica precisamente en respetar tanto la individualidad de los demás, como la suya. Frecuentemente se olvida, aunque es lógico y admitir, que cada persona tiene sus preferencias, así como sus debilidades y limitaciones, por lo que las decisiones y hechos de alguna persona, no necesariamente persiguen molestarla y si, en cambio, lo mas probable es que esas decisiones y esos hechos sean reflejo de las preferencias y limitaciones propias de la respetable individualidad de cada quien.
14. La idea de que, porque una vez no se pudo hacer algo o se hizo mal, ya nunca se podrá hacer o siempre se seguirá haciendo mal.
Las personas que no aprendieron a admitir dentro de su personalidad, la posibilidad de tener fallas o incurrir en errores y que se acostumbraron a que para sentirse seguras siempre deben ser las primeras en todo, al grado de que pretenden ser personas “modelo”, suelen vivir con la constante preocupación de equivocarse o fallar. Todo lo tienen que saber, todo lo deben hacer, pero además a la perfección. Podrían decir: “siempre he quedado bien, por lo que no me está permitido (no se espera de mi) quedar mal”, ya que, de quedar mal, se hacen victimas de la propia rigidez que las esclaviza, y tenderán a suponer (por la angustia e inseguridad que les causa) que, porque fallaron una vez, seguirán fallando siempre. Su reacción “lógica” será tratar de luchar porque esa desfavorable situación no se repita o trataran de evitarla definitivamente, en ambos casos lo que se consigue es reforzar el temor e incrementar el riesgo de que nuevamente surja una equivocación. Por su conducta ejemplar, siempre han sido las personas preferidas por los demás, y temen perder esa preferente aceptación.
Así sucede con un joven que siempre haya sido buen estudiante y que, en alguna ocasión, por cansancio, por un cuadro gripal o por abatimiento, no haya podido, al estudiar, concentrarse con la facilidad acostumbrada y haya reprobado el examen. Igual puede ocurrir con un cantante que en alguna ocasión hay tenido, en público, una mala interpretación. O el caso de un joven que hay intentado tener relaciones sexuales y no haya tenido erección. O una chica que, al ir manejando, choque su auto por falta de pericia. O un deportista que pierda una competencia frente a competidores a los que siempre les había ganado. O cualquier otra situación que de pronto limite al individuo en algún aspecto significativo para él o lo coloque en una situación de angustiante desventaja (pérdida de poder político o económico, matrimonio o noviazgo fallido, etc.). En todos estos casos, la persona empezará por pensar en la posibilidad de que la experiencia se repita, en que, si podrá o no desempeñarse con la eficiencia de “antes” y en caso de que la falla se repitiera, lo entendería como confirmatorio de que en efecto se encuentra en condiciones de desventaja. El pensar que las situaciones ya no son tan favorables como antes lo eran, refuerza la duda y el temor, creando una sensación de inseguridad y propiciando que los hechos vuelvan a salir mal. Este cuadro se acompaña de angustia intensa, y si no se atiende y contrarresta a tiempo la intensa crisis narcisista que esta viviendo la persona, el cuadro puede terminar en una depresión grave.
Es evidente que la actitud racional que la persona puede tomar es, primero, la de dejar de estar esforzándose por desempeñarse necesariamente como una persona modelo, de quien no se espera la menor falla; segundo, la recomendación de que el sujeto acepte que como ser humano que es, el incurrir en errores es algo que le ha ocurrido y de ocurrirá siempre; y, tercero, que trate de aprender por igual tanto de sus aciertos como de sus desaciertos.
Con los ejemplos de este tipo de conflictos, puede verse como la neurosis hace que se distorsione la visión del mundo y de si mismo, a tal grado de que hace que lo natural se vea antinatural y lo normal como anormal.
Finalmente, es necesario hacer hincapié en que las ideas descritas y toda clase de ideas irracionales, alcanzan su mayor efecto neurotizante como resultado del importante componente de repetición obsesiva con el que generalmente las maneja el individuo neurótico.
Las ideas irracionales suelen tener gran velocidad de procesamiento en nuestro cerebro que no las alcanzamos a percibir de una manera consciente. Es en el proceso terapéutico donde el seguimiento y análisis de cada una es de vital importancia para un mayor autoconocimiento y autoconcepto los cuales se construyen a través del tiempo
La autocrítica es importante para reconocer la presencia de las ideas irracionales, si existe la negación de estas dentro de la sesión analítica el proceso de autoconocimiento y autoconcepto se verán severamente limitados.
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